Un actor que a menudo interpretó papeles de chico malo, Jack Palan-
ce, masticando las riendas, como hizo con otras partes del decorado,
en el papel del malvado Kolby en The McMasters, de 1970.
miento de las minorías, sino también en cómo terminaron
la película. Estrenaron la película en los teatros con dos
versiones diferentes —una en la cual los buenos ganan y
otra en la que vencen los malos, dirigidos por Kolby—,
pero en ningún caso el filme sugiere ningún dominio de la
discapacidad.
Distribuida por la Warner Bros., Con furia en la sangre
fue un western modelo de muchos, con mucha violencia y
escasísima humanidad. Cargado de circunstancias inexpli-
cables y con unos personajes como dibujos animados en-
mascarados como seres humanos, Con furia en la sangre
nació del cerebro del director de culto Sam FuUer. El escri-
bió la historia original, titulada «Riata», y comenzó a diri-
gir la película, pero, por razones poco claras, la Warner se
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desentendió del proyecto después de que el afamado sumo
sacerdote de los valores nihilistas hubiera gastado ya más
de un millón de dólares filmando en España. La Warner, en-
tonces, se unió con la Cine Film Company de Fouad Said
para reanudar la película, y una de las primeras decisiones
del nuevo productor fue trasladar la producción a México y
sustituir a Fuller por el director Barry Shear, merecidamente
desconocido. También incorporó al guionista de origen ale-
mán Lukas Heller, con la esperanza de que éste pudiera dar-
le el mismo tipo de magia que había llevado al éxito a ¿Qué
fue de Baby Jane?, una década antes (por su parte, Heller
pidió más tarde a la Warner Bros, que quitara su nombre de
los títulos de crédito) (33). Richard Harris fue el protagonis-
ta, en el papel de Sean Kilpatrick, un sheriff irlandés de una
ciudad de Texas que persigue a una banda de matones por
México porque ellos habían asesinado a su mujer y a su
hijo. Un miembro de la banda, conocido simplemente como
«Chu Chu» (Neville Brand), tiene, en lugar de una de sus
manos, un trozo de raíl de un palmo, un símbolo de un acci-
dente de tren de su niñez que los realizadores utilizaron
como pieza central de su caracterización. Chu Chu provoca
abundantes carcajadas entre sus compañeros sugiriendo
que ellos van tras cualquiera que les ha juzgado mal para
«hacerle probar mi raíl» (34), y después le mostraron real-
mente utilizándolo para partir melones y la cabeza de algu-
nos con el mismo desenfreno. Su fallecimiento llega cuando
Kilpatrick le golpea con la culata del rifle en un pozo de are-
nas movedizas y, cuando se está hundiendo, los realizadores
no pudieron resistir destacar la extraña prótesis. Contra to-
das las leyes de la física, la última parte en desaparecer en
el lodo es ese pesado pedazo de hierro.
Malos discapacitados también aparecieron en películas
que recordaban a los westerns en la parafernalia o en la
estructura. Kirk Douglas, normalmente sensible, dirigió y
protagonizó una atrocidad llamada Pata de palo (Scala- Variety, 28 noviembre 1973, p. 14.
Ibid.
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wag, 1973), una extraña adaptación de La Isla del Tesoro,
filmada en Yugoslavia, y que sería mejor etiquetarla como
una comedia musical del Oeste y de piratas. Entre lo más
bajo, y hay mucho, están los recurrentes gags, nada diver-
tidos, sobre el personaje de Douglas —«el Capitán Peg»—
y su prótesis de madera. Por ejemplo, cuando se estrella
una bala en su pierna de madera y uno de la tripulación le
pregunta si está herido, él responde: «No, no ha llegado al
hueso.» En esta película llena de actuaciones histriónicas
y de clichés, lo más duro de tragar es saber que Albertz
Maltz, que había hecho el guión de Pride of the Marines y
había trabajado sin aparecer en los créditos de El seduc-
tor, fuera su principal escritor.
El mismo año apareció un western en estructura pero
no en visualización, Operación Dragón (Enter the Dragón),
una coproducción de la Warner Bros, y la Concord Pro-
ductions, rodada en los Estados Unidos y en Hong Kong.
En esta su última película, Bruce Lee, nacido en San Fran-
cisco, interpretó, de manera muy creativa, a un personaje
llamado Lee que participa en un torneo de artes marciales
para infiltrarse en la fortaleza que Han (Shih Kien) tiene
en una isla. Han es un monje renegado a quien le falta
una mano, que es rico después de años de traficar con
drogas y de ejercer la trata de blancas. Cuando Lee, un
clásico chico bueno marginado, descubre que su hermana
se ha suicidado después de que los hombres de Han le
asaltaran, el escenario ya está montado para numerosas